El dark folk y el country blues de King Dude hechiza Barcelona
El rey King Dude toma Barcelona
La noche del 22 de septiembre, la Sala Razzmatazz 3 de Barcelona se sumió en una penumbra ritual, mientras los devotos del dark folk y el doom metal aguardaban ansiosos la aparición de King Dude, el enigmático proyecto de Thomas Jefferson Cowgill. Con la sala llena de una energía oscura pero expectante, las luces rojas parpadeantes empezaron a marcar el inicio de una velada que prometía sumergir a todos en la cruda intimidad de sus composiciones.
Desde el primer acorde, King Dude impuso su dominio sobre el escenario. Su voz profunda y quebrada, como si cargara el peso de siglos de melancolía, reverberó por las paredes de Razzmatazz, mientras los acordes pesados y sombríos de su guitarra sumergían al público en un trance colectivo. Garrett Gonzales, siempre presente, contribuyó con sus percusiones hipnóticas, añadiendo capas de tensión que envolvían a los asistentes en un vórtice de sonidos densos y crudos.
El setlist giró principalmente en torno a su más reciente trabajo, “Songs of the 1940s”, un tributo visceral al blues y country de mediados del siglo pasado, donde King Dude se apropia de sonidos americanos antiguos y los transforma en un lamento contemporáneo. Pero, como un regalo a sus seguidores de siempre, también desempolvó varios de sus clásicos. Temas como “Velvet Rope” y “Forty Fives Say Six Six Six” causaron un auténtico estremecimiento entre los más fieles, quienes no pudieron evitar corear con fervor, mientras la intensidad de la música se fusionaba con la mística del momento.
La sencillez de la puesta en escena, con luces rojas, fue suficiente para complementar la naturaleza casi litúrgica de la actuación. No hubo necesidad de extravagancias; el carisma y la intensidad de King Dude fueron el núcleo absoluto. En varias ocasiones, Cowgill rompió el hechizo con su humor sardónico, lo que humanizó una experiencia por lo demás sombría, y arrancó sonrisas entre las caras taciturnas del público.
El sonido fue impecable, lo cual no siempre es garantizado en salas pequeñas como Razzmatazz 3. Los graves reverberaban con un eco casi ceremonial, mientras que las guitarras y la voz lograron mantenerse claras y presentes, sin desdibujarse en la atmósfera densa del lugar. El público, aunque entregado y respetuoso, no dudó en gritar de entusiasmo entre canción y canción, dejando claro que la conexión con King Dude va mucho más allá de la música; es una comunión espiritual de lo oscuro y lo melancólico.
El clímax llegó al final del concierto, cuando las últimas notas se desvanecieron y Cowgill dejó su guitarra con una reverencia contenida. Fue un cierre sencillo pero poderoso, dejando a todos con esa sensación única de haber sido parte de algo íntimo y, a la vez, trascendental.
En definitiva, King Dude en Barcelona fue más que un concierto: fue una ceremonia donde lo sombrío se convirtió en belleza. Una noche para recordar, donde la oscuridad nos envolvió y nos recordó que, incluso en lo más profundo de la melancolía, siempre hay espacio para la conexión y el arte.
Fotos y crónica Sílvia Isach.